Cosa de actitud

sábado, 3 de noviembre de 2012


Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un perrito, buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera.
Al terminar de subir las escaleras encontró una puerta medio abierta; lentamente, se metió en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta de que dentro de ese cuarto había 1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco.
Los 1000 perritos hicieron lo mismo.
Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos.
¡El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él!
Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo: "¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más a menudo a visitarlo!"

Tiempo después, otro perrito callejero llegó al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto.
Pero, a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva.
Posteriormente empezó a gruñir; obviamente, vio cómo los 1000 perritos le gruñían a él.
Comenzó a ladrarles ferozmente, y los otros 1000 perritos le ladraron también.
Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar allí!"
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: "La casa de los 1000 espejos".

Gente que deja huella




Una de las grandes riquezas de la Iglesia católica es el pluralismo de gentes que hay en su seno. No es una institución monolítica en la que todo el mundo piensa igual, ama o vive del mismo modo. En realidad, desde los primeros tiempos, hubo en la Iglesia hombres y mujeres con diferentes sensibilidades, con distintas formas de entender el evangelio, que juntos buscaban la verdad revelada por Jesús. Y así ha sido a lo largo de veinte siglos. Búsquedas, preguntas, transformaciones, en un diálogo de múltiples interlocutores que siempre tienen en mente el evangelio, la historia (tradición), y las transformaciones sociales allá donde les toca vivir.
 Entre esas personas, algunos dejan huella por abrir caminos nuevos, con sus preguntas, con sus llamadas y propuestas. Uno de ellos ha sido el cardenal Martini. Con su muerte decimos adiós a un gran hombre de Iglesia. Una figura que en los últimos treinta años ha sido voz relevante y significativa. Un hombre que no ha tenido miedo de abordar asuntos delicados, y hacerlo siempre con amplitud de miras y pensando, una y otra vez, en las personas –actualizando, quizás como pocos, la máxima evangélica que antepone el ser humano a la ley e invita a cuestionarse, sin miedo, las propias prácticas cuando se convierten en estructura rígida. Un profeta, un apóstol, un pastor desde su diócesis de Milán, un hombre bueno y fiel. Un sabio, capaz de traducir la Sagrada Escritura con una frescura y profundidad que solo los que de verdad la conocen pueden ofrecer.

(Pastoralsj)

Es Jesús el Pan de Vida (J. Adrian Romero)