Hoy en la micro presencié por breves segundos algo poco común, al menos para los que pasan por la calle demasiado preocupados en llegar a destino.
No sé si les pasa a ustedes cuando se suben a la micro, que con la velocidad y el ruido del motor se quedan como en un trance, como que el movimiento provoca un estado de “estar en otra” mientras miramos por la ventana entre el "trance" y el "sueño". Y fíjense para la próxima que se suban a alguna micro, que los pasajeros andan cada uno en lo suyo y como con una mirada perdida. Miren esas caras y a veces sin que ellos nos hablen, observamos sus rostros y no pocos de ellos son rostros de lata, soledad, pena, vacío. ¿Qué se le pasará por la mente a cada uno de los pasajeros?. Yo creo que la micro es el fiel reflejo de cómo la sociedad y su gente se ha vuelto prisionera del sin sentido. Somos esclavos del trabajo, del consumismo y tantas desolaciones, humillaciones, dolores, depresiones… Y muchos rostros en la micro dan cuenta de esto.
Bueno pero hoy creo que observé un testimonio de fe, tal vez uno muy sencillo, tal vez el más humilde, tal vez el más desapercibido a los ojos de todos, pero con certeza muy querido por parte de Dios. Domingo 17:45 hrs, camino a valpo en la micro mientras escuchaba algo en el mp4, mi vista (perdida mirando hacia la calle) se “despertó” cuando la micro se detuvo a esperar que cambiara el semáforo, ahí en el paradero, me fijé en el típico payaso de la calle, de esos que su circo son las micros y su público los pasajeros. Los payasos callejeros son lo más clásico y típico de nuestras cuidades junto con los vendedores del chocopanda y de los cantores y de los ambulantes que “por encargo de la importadora nos hacen entrega de alguna oferta…”
Este payaso sin embargo no se subió a la micro, tampoco su rostro reflejaba interés por hacer alguna rutina, ni siquiera miró dentro de las micros haber cual traía mejor público. En sus manos llevaba un rosario, aunque hoy está de moda colgar en el cuello algun rosario colocolino o wanderino, no sé si de amuleto o de accesorio, qué se yo. Pero este payaso rezaba…. sus dedos sostenian un misterio y para corroborar mi descubrimiento, quise leer sus labios y claramente recitaba un ave maria. Luego... La micro siguió su andar… Guauhh, un hombre en oración… ¿algo sobrenatural? No… tan común para las viejitas de la Iglesia, pero qué extraordinario y qué regalo presenciarlo en la calle. Pensé: Cómo se nos revela Dios y qué sencillo es su mirar, Dios acompañando a ese payaso orante y yo, testigo de ese acto de fe. Que su ejemplo inspire a tantos pasajeros de esta "micro" que llamamos vida, y que nosotros no "payasiemos" a veces tanto y aprendamos el ejemplo del payaso que reza... Me acordé de la iniciativa del “rezando voy” de los jesuitas de España. Son podcast, de 8 a 10 min. que pueden descargarse gratis, incluyen música y voz para acercarse a Dios por medio de la oración…
Dios se hace tan presente y a veces le reclamamos en donde está... Uff Eso merece un amén.
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1 comentarios:
Guauuu. ¡Como me ha gustado este testimonio! Hasta me emocionado. Yo no me hubiese resistido a no hablar con él. Gracias por esta entrada. ¡Hay muchas cosas hermosas a lo largo del día! Dios siempre nos la regala, pero no siempre las vemos.
Un abrazo
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