Hoy escuché de un viejo cura lo siguiente: (intentaré ser fiel a sus palabras, igual agrego las mías)
“La familia es como esa añeja y tal vez fome canción amorosa de mis tiempos, pero en el fondo, su letra siempre me deja pensando… “Una casa, una mesa, una cama y un mundo de amores”.
Hoy por hoy, las familias están a un paso de naufragar, sus integrantes necesitan un salvavidas porque se tiran, a veces ellos mismos, a un mar revuelto de dramas, peleas, distancias y que en definitiva ninguno de ellos soluciona. Y ni siquiera sabe para donde seguir remando: En especial los jóvenes de hoy.
Le preguntas a unos jóvenes pololos, qué opina sobre la idea de formar una familia, de amar en ella a una esposa, esposo e hijos… Y claramente te miraran raro, porque cada vez la familia parece una idea sacada del baúl de las abuelas.. Cada vez una institución más lejana.
Bueno, hay gente que decide no casarse por privilegiar trabajos, profesiones y el bolsillo. Otros porque se saben inestables y no se “amarran”. Otros por que no han sanado heridas del pasado y cicatrices de sus propias familias de infancia.
Pero, ¿Qué necesitan 2 jóvenes para formar una familia?: Simple: Compromiso, y llamemos a esto “Una casa”.
Es la casa (compromiso) lo más propio de una familia, ahí está la familia en la intimidad, ahí se conocen los hijos, los hermanos y los papás tal como son. Hoy eso si, cada vez la casa la ocupamos solo para llegar a dormir (casas dormitorios) de nuestras tan agitadas y estresadas vidas. La sociedad y su ritmo a veces ahogan esta “casa”.
Tenemos la casa, pero también necesitamos “la mesa”. Que lindo es llegar a compartir un plato de comida con tus seres queridos. Aun por muy pobre y sencilla que sea. Es preferible el pan tostado de una familia feliz, que los exquisitos manjares de una familia peleada y que hace un día o 2 semanas o un mes que no se hablan entre sí. La mesa es también algo muy íntimo.
Cuando uno come en un lugar público, todo el mundo es extraño, te sabes indiferente a ellos y a sus conversas, pero en la mesa de tu casa, es imposible ser indiferente. Del mismo pan comes con tus hermanos e hijos. A la mesa se lleva el compartir propio de una familia. Que penoso es cuando a la mesa se llevan dramas, temas de trabajo y lo más triste, es cuando la mesa se utiliza para discutir, golpear fuerte, levantar la voz.
Se necesita también “una cama”: y debe ser lo más sagrado. Cuando yo era niño, todos los hermanos teníamos prohibido entrar a la pieza de mis papás, aun si ellos no estaban presentes. ¿Por qué? Porque sabíamos que esa pieza era un lugar de amor, y que se traía nueva vida. En otras palabras esa cama era el misterio de Dios que invita al hombre y a la mujer a unirse en uno solo cuerpo y espíritu.
Que bonito es nacer en una cama, que íntimo y sagrado es fecundar y traer hijos desde la cama de nuestra casa, sabiendo que yo nací porque mis papás se amaron en la cama de su pieza y no en la orilla de la playa, entre matorrales, de una relación pasajera, después de una fiesta o en un motel.
Y finalmente nos queda disfrutar "un mundo de amores". Es decir, todo lo que rodea debe ser en lenguaje de amor. Nuestras vidas estas hechas para buscar, comprender e insistir en el amor verdadero, porque eso es Dios: Amor definitivo, amor eterno.
Redescubramos a Dios en nuestros pololeos, matrimonios y en el amor que damos a nuestros papás, hijos y hermanos. Que así sea.
(Semana de la familia 2011)