Sentir que aún queda tiempo

domingo, 9 de diciembre de 2012



Abre la puerta, no digas nada, deja que entre el sol.
Deja de lado los contratiempos, tanta fatalidad
porque creo en ti cada mañana aunque a veces tú no creas nada.

Abre tus alas al pensamiento y déjate llevar;
vive y disfruta cada momento con toda intensidad
porque creo en ti cada mañana aunque a veces tú no creas nada.

Sentir que aún queda tiempo para intentarlo,
para cambiar tu destino.
Y tú, que vives tan ajeno, nunca ves más allá de un duro y largo invierno.

Abre tus ojos a otras miradas anchas como la mar.
Rompe silencios y barricadas, cambia la realidad porque creo en ti cada mañana
aunque a veces tú no creas nada.
Sentir que aún queda tiempo para intentarlo,
para cambiar tu destino...

Abre la puerta, no digas nada...

¿Quién espera a quién?


Llega el tiempo de la espera y la esperanza, de las búsquedas y los silencios. El tiempo de mirar alrededor y descubrir que Dios sigue viniendo. Siempre. Por caminos insospechados. A nuestras vidas. Ahora.

1) Nosotros a Dios

Sí, señor, te esperamos. Con esperanza, con impaciencia, con inquietud e ilusión. Porque seguimos necesitando adivinar en qué rincones te escondes, cuándo te cruzas con nosotros, en qué palabras nos hablas con ternura o con urgencia. Te esperamos porque a veces la vida se nos viene encima, y vivimos acelerados, agobiados, inseguros o sordos. Anhelamos que te hagas más presente, que tu evangelio sea, al fin, buena noticia para tantos.

Soñamos que te hagas, una vez más, amigo, maestro, Señor en nuestras vidas. Te esperamos porque tantas veces te intuimos y otras tantas te nos escapas. Enséñanos a no desesperar, a preguntar dónde estás, a seguirte buscando, siempre.

2) Dios a nosotros

Pero tú también nos esperas, y nos llamas. En ocasiones es más difícil darse cuenta de esto. Que tú no fuerzas ni te impones, pero cuentas conmigo. No me arrebatas ni me exiges que viva a tu ritmo, pero sabes que mi corazón latirá de verdad si se acompasa a tu manera de amar. Esperas que me atreva a dar pasos. Que me arriesgue a apostar por ti y por mi prójimo. No te cansas de mis plantones ni mis rodeos, de mis reservas ni mis dudas. No desesperas, pese a mis traiciones. Confías en mí más que yo mismo. Quiero ponerme en marcha, otra vez… Sólo enséñame a dónde.




Estaba durmiendo, mi corazón en vela,
cuando oigo a mi amado que me llama”
(Ct 5,2)

(Pastoral SJ)