Celebraciones Ignacianas en JULIO

lunes, 18 de julio de 2011

EN ESTE MES... ALGO SOBRE IGNACIO DE LOYOLA

miércoles, 13 de julio de 2011



En este mes Ignaciano, donde un 31 de julio de 1556 nacia para el cielo, Ignacio de Loyola fundador de la Compañia de Jesús, queremos ir compartiendo con ustedes algunas reflexiones en torno a la vida y a la espiritualidad de este hombre santo y su característico sello que marca toda su vida y que inspira aún a hombres y mujeres de hoy.

SENTIR CON LA IGLESIA


En tiempos de Lutero y de Calvino, Ignacio se convertirá pronto en el hombre que la Iglesia y el mundo necesitaban. Ignacio se compromete con el trabajo de reformar la Iglesia desde su interior.

En 1538, todos los compañeros se reencuentran en Roma ; llevan ya un tiempo unidos pero están dispuestos a la dispersión y al envío a la misión. Ignacio y sus compañeros desean insertarse más plenamente en la misión de la Iglesia poniéndose a disposición del Papa - por su carácter universal como « Vicario de Cristo » sobre la tierra -. El Papa aprobó la Compañía de Jesús en 1540 y los Ejercicios Espirituales en 1547. Francisco Javier partió a la India y Japón. Otros partieron a Brasil y Europa. En 1541 Ignacio es elegido superior general de la Compañía. Ignacio consagra mucho tiempo a redactar las Constituciones de la Compañía de Jesús. Estas constituyen el texto fundador que rige la vida de la Orden incluso en nuestros días. Ignacio muere en 1556, el mismo año en el que abdicó Carlos V.

Para aquel entonces, ya había más de mil jesuitas. Ellos irán « por todo el mundo », por todas partes, allá donde viven los hombres « en su diversidad, así en trajes como en gestos : unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo... »

¿Quién eres tú Ignacio? (1)

martes, 12 de julio de 2011

EL MAGIS

DISCERNIR

lunes, 11 de julio de 2011


El discemimiento es para Ignacio, la encarnación del amor. La experiencia de nuestros límites en nuestra vida nos obliga a escoger el mejor servicio entre las diferentes alternativas, y éste se traduce en el amor divino hecho realidad a través de una acción humana precisa. Es la humilde búsqueda de lo que Dios quiere « aquí y ahora ».

El amor sin discemimiento es un sueño que no llega a concretarse en el camino de los hombres y que se pierde en un infmito sin contenido real. El discernimiento sin amor es una búsqueda desoladora que, incapaz de acoger el fin de las acciones humanas, se hunde en el activismo.

Sólo la unión « amor - discemimiento » perfectamente vivida en Jesucristo, el Amor encarnado, hace posible la síntesis de la contemplación y de la acción, del deseo y de la eficacia, del universal y del particular.

Jean-Claude Dhôtel, jesuita